martes, 1 de octubre de 2013

Geografía de Italia

Situada en el sur de Europa y avanzada hacia el Mediterráneo, Italia es uno de los países europeos físicamente mejor definidos: al norte, por el sistema montañoso de los Alpes; al sur, este y oeste por el mar Mediterráneo. En los Alpes, el límite natural coincide en general con la divisoria de aguas, que se desarrolla a lo largo de 1.610 km y la separa sucesivamente, de oeste a este, de Francia, Suiza, Austria, Eslovenia y Croacia.

Italia y su bandera

Con su característica forma de bota, larga y estrecha, Italia se extiende de norte a sur a lo largo de 1.200 km, desde la Vetta d'Italia, en el Alto Adigio, hasta la isla de Lampedusa, al sur de Sicilia. Sus articuladas costas se extienden por más de 7.500 km y el Mediterráneo que las baña recibe los nombres de mar de Liguria y mar Tirreno al oeste, mar Jónico al sur y mar Adriático al este. Pertenecen a Italia las dos mayores islas del Mediterráneo, Sicilia y Cerdeña, así como otros pequeños archipiélagos e islas: las islas Trémiti en el Adriático; las Eolias o Lípari, las Égadas y el archipiélago Toscano en el Tirreno; Pantelaria y Lampedusa en el Mediterráneo.

- Morfología. Apuntes de historia geológica italiana


El territorio italiano puede dividirse en tres grandes regiones: la continental, la peninsular (la bota, propiamente dicha) y la insular, aunque desde el punto de vista del relieve es más adecuado diferenciar tres grandes unidades, además de la Italia insular: los Alpes, la llanura Pedana y los Apeninos.

Los relieves más antiguos datan de la era primera (de 570 a 225 millones de años atrás), pero fue durante la época terciaria cuando se perfiló la estructura general del territorio que, con retoques, ha perdurado hasta nuestros días. Es por ello que los geólogos consideran Italia como una tierra joven. Durante el período eoceno, a principios del terciario, se inició el proceso orogénico que llevó a la formación de los Alpes y de los Apeninos. El proceso de levantamiento se acompañó de importantes plegamientos, cabalgamientos y corrimientos que continuaron en períodos sucesivos y que, como muestran los fenómenos sísmicos y volcánicos que aún hoy afectan a Italia, todavía no han concluido. Durante el mioceno, hacia el fina de la era, se elevaron grandes macizos calcáreos desde el Gran Sasso hasta Apulia y Sicilia, y durante el plioceno, además del levantamiento de nuevos bloques, se dibujó la silueta estrecha y alargada de la península al individualizarse el Mediterráneo. Ya en el cuaternario, las glaciaciones dejaron su huella y caracterizaron gran parte de las formas que hoy encontramos. En las zonas de montaña, sobre todo en los Alpes, circos glaciares y valles en forma de artesa dan testimonio de la gran labor erosiva de los glaciares, mientras que el material rocoso transportado y acumulado por éstos formó las grandes morrenas laterales y terminales. Éste es el origen de los grandes lagos prealpinos, valles sobreexcavados por la acción de los heleros y cerrados por depósitos morrénicos frontales, como los lagos Mayor, de Como y de Garda. También las llanuras que bordean la península deben su formación al transporte y sedimentación del material arrastrado por los ríos combinado con las variaciones del nivel marino durante las glaciaciones. La llanura principal y más extensa es la del Po, al pie de los Alpes. Más al sur se encuentran la Maremma en Toscana, el Agro Romano, el Tavoliere en Apulia y las llanuras Campana y de Catania, ambas muy fértiles por el material volcánico que las recubre. La abundante actividad volcánica, de la que quedan extensas huellas tanto en la morfología como en los materiales rocosos, sigue siendo importante, sobre todo en el sur, donde todavía son activos el Vesubio, que domina la ciudad de Nápoles; el Etna, en Sicilia, y Stromboli y Vulcano, en las islas Eolias.

- La costa de Italia


Las costas en Italia son muy variadas. En Liguria, los Alpes y los Apeninos se levantan directamente desde el mar dando lugar a una costa acantilada. También son altas, pero más articuladas, las costas del mar Tirreno en Campania y en Calabria, así como en el norte de Sicilia. Al contrario, el litoral de Toscana y del Lacio, y en general todo el del Adriático, es bajo y arenoso, con alternancia de pequeñas llanuras aluviales y cordones de dunas. En el golfo de Venecia el oleaje del mar forma barras paralelas a la costa que encierran lagunas y lagos interiores.

- El clima italiano


Por su posición central en el Mediterráneo, Italia está sujeta a las influencias atenuadas de las masas de aire atlánticas, frescas y húmedas, que a menudo se revitalizan en el golfo de Liguria. Recibe también la influencia de las masas continentales centroeuropeas y, en verano, de las saharianas, calientes y secas. Su clima puede considerarse en general como mediterráneo típico, lo cual no impide que existan notables diferencias de un área a otra. Los principales factores de esta diversificación son la latitud, que establece un gradual aumento de las temperaturas hacia el sur, el relieve, que introduce caracteres de clima de montaña en los Alpes y en los Apeninos, y la influencia suavizadora del mar Tirreno, mucho más efectiva que la del Adriático, más estrecho y de menor profundidad. Este hecho, conjuntamente con la presencia de la dorsal apenínica que actúa de barrera a los vientos húmedos del mar Tirreno, establece notables diferencias de temperatura y precipitaciones entre las costas este y oeste de la península.

Las precipitaciones son extremadamente variadas de un punto a otro del país. Abundantes y regulares en la zona continental y montañosa, donde en invierno son en forma de nieve, en la Italia peninsular disminuyen en general hacia el sur y hacia el este, aunque también aquí la presencia de sierras y macizos elevados puede establecer islotes lluviosos. En todo este sector el régimen de lluvias es claramente mediterráneo, con un máximo en otoño y un mínimo estival.

- La vegetación italiana


La variedad climática italiana se traduce en una gran diversidad del paisaje vegetal. En los Alpes se produce el escalonamiento en pisos de la vegetación: según la orientación, los cultivos alcanzan altitudes bastante variadas, para dar paso a bosques de robles, castaños y hayas. Por encima se desarrollan bosques de pinos, abetos y abedules, a los que suceden los prados alpinos, el roquedo desnudo y los glaciares perennes. El Apenino más alto repite con poca variación este escalonamiento. En el resto del país, salvo en la llanura Padana, casi totalmente deforestada en beneficio de la agricultura, crece el típico encinar mediterráneo. En muchos lugares, sin embargo, la presión multisecular de las actividades agropastoriles ha hecho retroceder el encinar en favor de garrigas y maquias o, incluso, ha provocado una ausencia total de vegetación que, además de favorecer abarrancamientos, cárcavas y consiguiente pérdida de suelo agrícola -sobre todo en determinados sectores del sur del país (Basilacata)- ha hecho aumentar las áreas con riesgo de desprendimientos, ya de por sí elevadas debido a la naturaleza de los materiales.

- La hidrografía de Italia


Debido a la forma estrecha y alargada de la península y a la disposición general del relieve, la red hidrográfica italiana es de dimensiones modestas y de caudales variados, pero generalmente irregulares. El Po es el principal río de Italia, tanto por su caudal como por su longitud (652 km). Nace en el Monviso, en los Alpes, y desemboca en el mar Adriático con un amplio delta. Su paso por la llanura Padana, que cruza en su totalidad de oeste a este, le convierte en el gran colector de todas las aguas procedentes de los Alpes (Dora Baltea, Tesino, Adda, Mincio), así como de las procedentes del Apenino de Liguria y Toscana (Bórmida, Trebbia, Taro, Secchia). Esto hace que su caudal sea considerable y bastante regular, alimentado por el deshielo alpino en primavera y verano y por las lluvias mediterráneas en los meses más frescos. Otros ríos alpinos no tributarios del Po son el Adigio, el Piave y el Tagliamento, que desembocan en el mar Adriático.

Los ríos apenínicos y de la Italia insular son en general más cortos, con pendientes pronunciadas y acusado carácter torrencial. Sus caudales son muy irregulares, ya que su régimen es pluvial y en verano acusan la sequía propia del clima mediterráneo. Los principales son el Arno, el Tïber y el Volturno, que desembocan en el Tirreno. Las "fiumare", en el sur de Italia, son las características ramblas mediterráneas de fondo plano, secas durante gran parte del año y que tienen imprevistas y a veces catastróficas crecidas al producirse las precipitaciones. Italia posee muchos e importantes lagos. Al pie de los Alpes se encuentran los de Garda, Como, Iseo, Lugano y Mayor, asentados en antiguos valles de sobreexcavación glaciar. En el resto de la península son más modestos y tienen otros y diferentes orígenes. El lago de Trasimeno, en Umbría, es de tipo tectónico, y los de Bolsena, Bracciano y Vico ocupan antiguos cráteres volcánicos.