sábado, 14 de marzo de 2015

La ciencia del Derecho en Italia desde el renacimiento hasta la codificación

A partir del renacimiento de que hemos hablando, y que en el derecho tuvo como insigne maestro a Alciato, no se formó, en Italia, escuela especial como la francesa y posteriormente la holandesa y la alemana, sino que los juristas italianos se mantuvieron fieles al mos italicus iura docendi y siguieron el barroco método dialéctico, que sutilizaba la ciencia y la práctica, mientras decaía cada vez más el esplendor de las Universidades, y las glosas y los comentaristas continuaban siendo el único sustento y el ídolo de los prácticos y de los hombres de ciencia.

Florencia, Italia

Sin embargo, entre los escritores que florecieron durante los tres siglos transcurridos desde el renacimiento hasta la codificación, hubo no pocos, no obstante su método, de insigne valor por su perspicacia práctica, por su sabia elaboración del derecho común, por su adaptación de las teorías romanas a la conciencia nacional y por su saludable influencia en los tribunales, modelos de sabiduría, como la Rota alemana y la florentina.

Ciertamente que las dificultades de la práctica y las dudas en la administración de justicia se hacían cada día más numerosas e insoportables y la necesidad de Códigos breves y precisos, cada vez más irresistible; cierto que el sombrío cuadro que en el siglo XVIII trazó el célebre Muratori en un conocido opúsculo, era inferior a la realidad de las cosas; pero no es menos cierto que el natural ingenio de muchos escritores había vencido los defectos del método; que las obras francesas, holandesas y alemanes ejercieron saludable influencia sobre ellos, y que en parte alguna más que en los pesados y polvorientos volúmenes de los italianos se perciben, tan hermosos y prácticos, nuestro espíritu y nuestro sentido jurídico.

- Juan Bautista de Luca


Viene en primer lugar a nuestra memoria el nombre del cardenal Juan Bautista de Luca, que nació en Venosa en 1614. Oriundo de oscura familia, bien pronto llegó a ser célebre como insigne abogado y escritor fecundo, agudo, fácil y eminentemente práctico. Fue un admirable expositor del derecho común, en quien los civilistas prácticos hallarán aún hoy un buen ejemplo de la sagacidad y del genio italiano y seguro guía en infinidad de casos, y los teóricos, el origen y la formación de múltiples teorías e instituciones que han pasado a las leyes modernas o a las cuales conviene que éstas se ajusten para adaptarlas mejor al genio nacional. El papa Inocencio I le nombró cardenal el 1.º de septiembre de 1681, y aun no transcurridos dos años moría en Roma el 5 de febrero de 1683.

- Jacobo Menochio


Alabadísimo y estimado más tal vez de lo que alcanzan sus méritos, llamado el Bartolo o el Baldo de su siglo, fue Jacobo Menochio, que nació en Pavía en 1532. A los veintitrés años era ya muy conocido y explicaba derecho civil en dicha ciudad. Después de otra ausencia, por haber sido llamado primero a Montovi por Manuel Filiberto, y luego a Padua, volvió a su ciudad natal, donde enseñó durante veinte años, y murió en Milán el 10 de agosto de 1607, siendo senador y presidente de la magistratura extraordinaria.

- Francisco María Mantica


Mucho más agudo y menos caviloso fue Francisco María Mantica, que nació en Pordenone (Friul) en 1532. Enseñó en Padua primero instituciones, luego derecho en las horas vespertinas y, finalmente, en las matutinas. Fue nombrado auditor de la Rota por Sixto V y cardenal por Clemente VIII en 1596; murió en Roma el 28 de enero de 1614.

- Julio Pace


Julio Pace nació en Vicenza en 1550 y murió en Valenza en 1635. Fue jurisconsulto eminente y filósofo profundo. No se le puede llamar secuaz del método alciático, pero ciertamente fue de los menos fanáticos por el método antiguo, y por la potencia de su raciocinio y por su vasta cultura superó sin duda a todos sus contemporáneos, por quienes fue considerado como un audaz innovador, lo cual le produjo graves amarguras. Enseñó en muchas universidades italianas y extranjeras y en Valenza en la cátedra de Cuyacio.

- Alberico y Escipión Gentili


No hay que olvidar a los dos Gentili, Alberico y Escipión, más conocido el primero como fundador del moderno derecho internacional, pero ambos conocedores sapientísimos del derecho civil, y aun el segundo eminente civilista, en el estricto sentido de la palabra. Los dos hermanos fueron naturales de San Ginés, en la Marca de Ancona, donde Alberico, el mayor, nació el 14 de enero de 1552, y Escipión en 1563. El padre, Mateo, que apostató haciéndose protestante, debió salir desterrado de Italia al extranjero, siguiéndole sus hijos y llevando vida aventurera, aunque de fama inmensa. Alberico, profesor en Oxford, donde murió en 1609; debió su celebridad a la obra De iure belli et pacis, por la cual puede ser tenido por precursor de Grocio, como este mismo reconocía. Escipión contó entre sus famosos maestros a Lipsio para la filología y a Donello y Julio Pace para la jurisprudencia, habiendo llegado a ser fraternal amigo del primero en Aldorff, donde fue profesor hasta su muerte, ocurrida el 7 de agosto de 1616.

- Antonio Merenda


De Antonio Merenda, insigne jurista, baste decir que Savigny, en general tibio partidario de los jurisconsultos italianos de su siglo, admiraba en él la forma sistemática y el profundo conocimiento de las fuentes. Nació en Forli en 1578, siendo nombrado profesor en Pisa, Fermo, Pavía, Bolonia y lo hubiera sido también en Padua si la muerte no lo hubiese impedido en 1655. Tuvo ideas atrevidas y originales, y por sus muchas teorías, como, por ejemplo, la de la posesión, merecería salir del olvido en que se le tiene.

- Marco Aurelio Galvani


El ferrarés Marco Aurelio Galvani, que nació hacia 1600, mereció que sus contemporáneos le tuvieran en gran concepto, y por su vasta erudición y su estilo tenido también por elegante; fue llamado a varias universidades extranjeras, pero no salió de Italia, y especialmente de Pisa, Ferrara y Padua, donde, colmado de honores, murió en 1659.

Durante el siglo XVII, el mos italicus y el mos gallicus tendían insensiblemente a fusionarse (a pesar de que los jurisconsultos italianos no lo confesaran), por la difusión que habían alcanzado entre nosotros las obras de los franceses y por la que siguieron teniendo aún durante todo el siglo XVIII junto con las mejores holandesas y alemanas.

Sin embargo, son pocos los nombres que aquí convenga recordar, no siendo del caso insistir acerca de privilegiados ingenios que ejercieron mucha y buena influencia en los estudios jurídicos, pero que o sólo lo hicieron de viva voz en la cátedra, distinguiéndose en sus escritos más como historiadores que como jurisconsultos, o se dedicaron a estudios indirectamente relacionados con los del derecho. Tales fueron Carlos Sigonio, insigne e infatigable erudito; Pablo Minucio, de quien se dijo ser dudoso si aprovechaba más a los estudios con la publicación como impresor y editor insigne de obras ajenas, o escribiendo las suyas; Guido Panciroli, profundo conocedor de la antigüedad clásica; Juan Bautista Vico, genio solitario, perspicaz inteligencia, fundador, puede decirse, de la filosofía de la historia y de la teoría de la evolución en la jurisprudencia; Donatio Antonio de Asti, que fue el primero en sostener que el derecho romano jamás se extinguió durante la Edad Media; Bernardo Tanucci, cuya fama de hombre de Estado eclipsó la alta y merecida de profundo conocedor del derecho; Francisco Luis Grandi, quien, después de haber vestido el hábito de monje camaldulense, tomó el nombre de Guido, tan célebre matemático, que su vida constituye una de las más hermosas páginas de la historia de las matemáticas en Italia, siendo conocido de los juristas por la parte que tomó en la célebre controversia acerca del manuscrito de las Pandectas; Aurelio Di Gennaro, fantástico escritor de la historia del derecho; José Toscano, apreciable historiador del derecho romano, y Ludovico Antonio Muratori, notabilísimo erudito, de inmensa ciencia, preparador de la restauración de los estudios de historia del derecho italiano y admirable expositor de los defectos de la jurisprudencia contemporánea.

- José Averani


El jurista más agudo, en el más estricto sentido de esta palabra, y el romanista más insigne fue José Averani, de Florencia, donde nació el 20 de marzo de 1662. Poderosa inteligencia de maravillosa ductilidad y profundidad, fue a la vez matemático y físico sabio y famoso, literato insuperable, filósofo perspicaz y jurista insigne. Como profesor de Instituciones primero y de Pandectas luego, tuvo gran fama, siendo quizá el único jurista del siglo XVIII que gozó de verdadera celebridad en Francia, Holanda y Alemania, países en los cuales había decaído muchísimo la estimación a la ciencia italiana. Se hizo célebre su modestia, que corría pareja con su saber. La obra que nos ha conservado testimonio de su mérito, los libros Interpretationis iuris, no hubiera sido publicada sin la insistencia de Brenkmann, célebre jurista holandés, que cuidó de su impresión junto con otros profesores de su país. Las Interpretationes pueden competir con las obras de Cuyacio y Savigny, y ningún cultivador del derecho privado, especialmente italiano, debiera dejar de tenerlas en su estudio ni olvidarse de consultarlas.

Hasta el siglo XIX ya no hay otro digno de mención en este rápido resumen. Antes de la Restauración italiana gozaron de mucha y merecida fama, en primera línea, Del Rosso, Forti y Poggi, a quienes siguen Conticini, Doveri, Ronga, Ruggieri, Alibrandi y Padaletti, ingenio poderoso, jurisconsulto agudo y genial historiador, sin hablar de muchos otros que también cooperaron a preparar el renacimiento de nuestros estudios, del cual se puede afirmar con seguridad y sin temor de ser inducidos a error por el afecto a Italia, que ha tenido hermoso y gran desarrollo durante el último cuarentenio del siglo XIX.

De los autores de esta reflorescencia de los estudios romanísticos nos limitaremos a recordar algunos nombres, sin menoscabar en nada los demás que omitimos por brevedad, como Vicente Arangio-Ruiz, Carlos Arnó, Alfredo Ascoli, Juan Baviera, César Bertolini, Pedro Bonfante, Gustavo Bortolucci, José Borgna, José Brini, Blas Brugi, Francisco Buonamici, Evaristo Carusi, José Ceneri, Pedro Cogliolo, Emilio Costa, Pedro Delogu, Francisco De Cillis, Alfredo de Medio, Héctor de Ruggiero, Roberto de Ruggiero, Salvador di Marzo, Carlos Fadda, Gotardo Ferrini, José Gugino, Lando Landucci, José Leoni, Carlos Longo, Luis Lusignani, Flaminio Mancaleoni, Carlos Manenti, Jenaro Manna, Antonio Marchi, Felipe Milone, Luis Moriani, José Pacchioni, Mucio Pampaloni, Silvio Perozzi, Julio Petroni, Salvador Riccobono, Juan Ronga, Pedro Rossi, Eduardo Ruggieri, Francisco Schupfer, Victor Scialoja, Jaime Segré, Cayetano Semeraro, Siro Solazzi y Pedro Pablo Zanzucchi.

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Fuente:
Derecho romano, Felipe Serafini, páginas 112 - 118.