viernes, 8 de agosto de 2014

Roma y Cartago: las guerras púnicas

En la historia griega, mientras que Atenas defendía, frente a la amenaza de los persas, el helenismo en la Grecia propia, Siracusa asumía el mismo papel en Sicilia, ante el peligro de invasión de los cartagineses. A pesar del desastre de Himera, los cartagineses no desistieron en su intento de extender su dominación en esta isla, que se alzaba frente a su metrópoli africana. Más tarde se darían las guerras púnicas, que enfrentarían a Roma y Cartago.

El ejercito de Cartago, que lucho contra Roma

En el curso del siglo IV a.C., volvieron los cartagineses repetidas veces al ataque, y de nuevo fueron contenidos por los griegos, dirigidos también por Siracusa. En el siglo III antes de Jesucristo, mientras Roma avanzaba sobre el helenismo en Italia, Cartago lo amenazaba en Sicilia, adonde acudió Pirro en su defensa. En una y otra parte, los griegos cedieron ante sus respectivos enemigos y dejaron enfrentados a dos poderosos rivales, dispuestos a disputarse la Isla de Sicilia y, con ella, el predominio en el Mediterráneo Central.

- La primera guerra púnica


Así quedó planteada la primera de aquella otra serie famosa de tres guerras de la Antigüedad, que son conocidas con el nombre de púnicas.

+ Roma, una potencia terreste, contra Cartago, poderosa en los mares


Roma, vencedora en Italia, era una potencia terrestre; Cartago, heredera de la tradición marítima de los fenicios, era un poderío naval. La disparidad de medios de combate obligó a los romanos a improvisar una escuadra y a dotarla de los expertos marinos que vivían en las poblaciones del litoral de la Campania. De este modo, después de algunos contratiempos iniciales, Roma obtuvo su primer éxito en el mar cuando el cónsul Duilio venció a los cartagineses en el promontorio de Mile (260 a.C.). Cuatro años más tarde, nuevos éxitos marítimos abrieron a los romanos el camino del norte de África, donde en 256 a.C. desembarcó el cónsul Régulo, el cual, después de una campaña victoriosa, fue vencido por el ejército cartaginés que había reorganizado el general espartano Xantipo, y cayó prisionero (355 a.C.).

La guerra se prolongó todavía durante catorce años, hasta que los cartagineses, agotados, sufrieron una derrota definitiva en las Islas Egatas (241 a.C.) y se vieron obligados a aceptar la paz que les impusieron sus enemigos. En virtud de ella, perdieron Sicilia y Cerdeña y, además, toda posibilidad de actuación en el Mediterráneo Central. Así terminó la primera guerra púnica.

- España y los cartagineses


En el Occidente quedaba, sin embargo, España, donde Cartago había acudido anteriormente en defensa de los fenicios y conseguido adueñarse de un extenso dominio que, en el curso de la primera guerra púnica, estuvo a punto de desaparecer. Sólo España podía proporcionar a los cartagineses la reserva humana y la riqueza de productos necesarios para restablecer su Imperio y lanzarse en su día al desquite contra Roma.

- La segunda guerra púnica: Aníbal pone en jaque a Roma


La misión de restablecer el poderío cartaginés en España fue confiada al general Amílcar Barca, que murió luchando contra los indígenas (229 a.C.), y tuvo por sucesor a su yerno Asdrúbal, fundador de Cartago Nova (Cartagena). Muerto éste, asumió el mando de los cartagineses Aníbal (221 a.C.), hijo de Amílcar y uno de los soldados más geniales de la antigüedad. Aníbal penetró en la meseta, aseguró el dominio del Levante con la posesión de Sagunto, ciudad aliada de Roma, y, al estallar, con este motivo, la segunda guerra púnica, puso rápidamente en ejecución un plan audaz, dirigido a aplastar definitivamente a los romanos, atacándolos en el mismo suelo de Italia.

+ Aníbal y su ejército cruzan Pirineos y Alpes, derrotando a Roma en cuatro ocasiones


Al frente de un gran ejército de infantes españoles y jinetes africanos, y provisto de elefantes adiestrados para el combate, en la primavera del 218 a.C., cruzó los Pirineos, recorrió sin hallar resistencia el sur de Francia, coronó, no sin enorme quebranto para sus huestes, la enorme empresa de cruzar los Alpes en invierno, penetró en Italia y venció por cuatro veces consecutivas a los ejércitos romanos que le salieron al encuentro: en el río Tesino y en el Trebia, ambos afluentes del Po; junto al Lago Trasimeno, en la Umbría (217 a.C.), y en la llanura de Cannas, en la Apulia, donde Roma sufrió la mayor derrota de su historia (216 a.C.). Con un poco de audacia, Aníbal hubiera podido caer sobre la ciudad, totalmente indefensa, y hacerla desaparecer de Italia y del mundo, pero la decisión, que no le había faltado en ocasiones más difíciles, en ésta le falló, y su buena estrella comenzó a declinar.

+ Los romanos acaban con el dominio cartaginés en la Península de la mano de Publio Cornelio Escipión


En España, la cosas marchaban mal para los cartagineses. Mientras Aníbal se encontraba camino de Italia, en el 218 a.C., desembarcó en la Península (Ampurias) un ejército romano al mando de los hermanos Publio y Cneo Escipión, con el propósito de cortar las comunicaciones del caudillo cartaginés con sus reservas de España. Tras unos éxitos iniciales, los Escipiones fueron vencidos y muertos por Asdrúbal, hermano de Aníbal, que había quedado al frente de las fuerzas cartaginesas de España. Acudió enseguida a vengarlos y a restablecer el dominio romano en la Península el hijo de Publio, el joven general Publio Cornelio Escipión, el cual ocupó por sorpresa Cartagena (210 a.C.), derrotó a los cartagineses en Ilipa (Alcalá del Río) y los rechazó hasta Cádiz, acabando de este modo con el dominio de Cartago en España (205 a.C.).

+ La batalla de Zama pone fin a la segunda guerra púnica


En aquel momento, la situación de Aníbal en Italia era ya insostenible. Vencido y muerto su hermano Asdrúbal dos años antes (207) en Metauro, al norte del país, cuando se dirigía con nuevos refuerzos en África y España a socorrerlo, el gran general quedó arrinconado en la región montañosa de la Calabria, mientras Escipión, llamado de España a Italia, saltaba desde Sicilia a tierras africanas (204 a.C.), para dar la batalla definitiva a Cartago. Llamado en defensa de su patria, acudió presurosamente Aníbal, y en 202 a.C., fue derrotado en la batalla decisiva de Zama o Naraggara, que puso fin a la segunda guerra púnica.

En las duras condiciones que impuso el vencedor, Cartago perdió todo su imperio y quedó reducida a una ciudad comercial sin ningún poder militar. A expensas de su territorio, se formó en el norte de África el reino númida de Masinisa, aliado de Roma.

- La tercera guerra púnica: último episodio de la ruina cartaginesa


La llamada tercera guerra púnica fue tan sólo el último y decisivo episodio de la ruina cartaginesa, consumada ya de hecho en la segunda. Medio siglo después de aquella paz que anulaba la potencia de Cartago, los romanos, recelosos de nuevo de su antigua rival, resolvieron acabar definitivamente con ella. Portavoz de esta corriente de opinión fue Marco Porcio Catón, que proclamó la necesidad de exterminar de una vez para siempre la odiada enemiga con aquella famosa frase: "Delenda est Cartago". Con el pretexto de que los cartagineses violaban las condiciones de paz al defenderse de los ataques del númida Masinisa, el futuro conquistador de Numancia, asaltó la ciudad, la arrasó y la destruyó por completo (146 a.C.). Su territorio quedó convertido en la provincia romana de África, con la capital en Útica.

- La resistencia de la Península a los romanos


Cuando acabaron de expulsar a los cartagineses de España, los romanos ocupaban el este y el sur de nuestra Península, y habían sometido a los íberos del Levante y de Andalucía, que eran los más cultos. Una vez vencida Cartago, emprendieron la conquista del interior, enfrentándose con los celtíberos de la meseta y los lusitanos de Occidente. Los hispanos peleaban en guerrillas, rehuían las batallas campales y diezmaban terriblemente a los ejércitos romanos con sorpresas y emboscadas. Mas, poseídos de un carácter individualista, no llegaron a unirse para la defensa de su independencia, y los romanos fueron sometiéndolos paulatinamente. La guerra feroz que durante varios años les hizo el caudillo Viriato al frente de los lusitanos y la tenaz resistencia que les opuso el último reducto celtíbero del centro, la ciudad de Numancia, señalan los períodos más duros de esta conquista del interior, que exigió, durante las dos terceras partes del siglo II antes de nuestra Era, un esfuerzo constante y agotador de parte de Roma. Con la conquista de Numancia (133 a.C.), quedó sometida toda la meseta y sólo permanecieron independientes los cántabros y astures en el Norte, que fueron sometidos más adelante por Augusto.